FALSETE, de Ever Román

(fragmento)


“No hay nada que exaltar, nada

que condenar, nada que acusar,

pero hay muchas cosas risibles;

todo es risible cuando se piensa

en la muerte.”

Thomas Bernhard



Ey, Román, acabo de abrir tu carta y te contesto ahora mismo, a vuelta de correo como se decía antes, o se dice todavía ahora, no sé, quizá ahora se dirá así todavía, a vuelta de correo, oscuras tradiciones harán permanecer esta frase seguramente e incluso alguna gente seguirá sirviéndose del correo postal para las misivas, en todo caso no yo, que no tengo código postal, vivo en un extraño tiempo como todo el mundo en esta ciudad, un tiempo negro, húmedo, por eso qué voy a saber de tradiciones, apenas he conseguido armarme dos o tres hábitos, es decir fumar, emborracharme y levantarme cada mañana, levantarme como si fuera indispensable, imaginate, como quien guarda un as de espadas bajo la manga he logrado hacerme de la seguridad de que levantarse es indispensable, imaginate, qué tontería, invento mío nomás, en el fondo sé que no es indispensable, tampoco es indispensable seguir acostado, no sé cómo es, el caso es que me levanto cada mañana como si el día fuera indispensable y apenas me doy cuenta de que el día no es indispensable, esto es apenas termino de lavarme la cara, enciendo un cigarrillo pues qué más voy a hacer, encender un cigarrillo, es lo mejor por las mañanas, ya en las primeras caladas parece efectivamente que el día es indispensable, luego no hay caso de zafarse de la decepción, entonces uno busca una cerveza por ahí, para que le dé sueño, entre esquivar la decepción hasta encontrar una cerveza por ahí es que trascurre el día, uno hace cosas, decepcionado, por supuesto, y luego va a dormir y al día siguiente comienza igual, por ejemplo hoy domingo me levanté a las tres de la tarde con una resaca imposible pensando que debía levantarme para no perder un día imprescindible, qué decepción, fumé dos o tres cigarrillos pero qué decepción, este domingo no es indispensable, entonces abro tu E-mail, entro al cibercafé a la vuelta de casa, el cibercafé está lleno de fantasmas desesperados que como yo han descubierto que el domingo es prescindible, que todos los días son prescindibles, y en el cibercafé abro tu carta, qué hay contigo y los chicos, Bazzano, me preguntás, qué hay contigo y los chicos, y bueno, Román, así andamos, en fin, qué decepción, por dónde empezar a contarte, vos querés que te entretenga con historias de acá y yo podría explayarme por lo menos con dos o tres para entretenerte, serían historias mínimas y prescindibles como todas las que pasan por acá, historias vacías como botellas vacías, así que no haré más que entreverarte dos historias sin dirección y sin objeto, más bien tres historias, pues entre estas dos historias está la mía y probablemente haya también una cuarta, que trata quién sabe de qué, o no trata de absolutamente nada. Aquí va la primera historia y es sobre que la revista está en quiebra y ayer sábado hicimos una fiesta para juntar plata, no hay otra en Asunción para juntar plata, lo pensamos y pensamos, desde organizar rifas hasta pedir limosna vendándonos el cuerpo como leprosos, pero quién iba a dar plata a leprosos, qué idea estúpida, entonces uno dijo vender torta en la calle, vender pollos, muebles, otro dijo libros, otro dijo drogas, luego Viveros dijo lo mejor es hacer una obra de teatro entre todos nosotros, actuemos nuestra desesperación por conseguir dinero para ir peleando la revista, nos va salir perfectamente verosímil y ni siquiera tenemos que actuar, dijo Viveros, podemos hacer la obra con globos y payasos y una banda de heavy metal, dijo Cristina M. mientras se revolvía el largo pelo, una propuesta bastante oscura por cierto, la miramos dudando, no sabemos nada de teatro, le dijo Luís María Pont, manoteando con la diestra el humo de nuestros cigarrillos insoportable para él, a la vez que escupía sobre los ceniceros, entre tanto seguimos mirando con recelo a Cristina M. y a Viveros, pero ya estábamos en el tren de los desesperados, desde hace bastante tiempo estamos en este tren que no para de pitar la próxima parada y nosotros ni siquiera amagamos apearnos, entonces lo pensamos bien, hicimos silencio, luego dije yo que el único actor que conocemos está encerrado en su casa y solo sale para dar clases de teatro en colegios, sin él quién nos ayuda, dije yo, quién va a escribir el guión, dijo Tití, igual que Luís María Pont manoteaba el humo de nuestros cigarrillos pero no con la mano sino con una de nuestras revistas, Tití abanicaba la revista como si espantara moscas pero por suerte no escupía como el puerco de Luís María Pont, el guión, quién lo va a escribir, dijo Tití, era una pregunta pertinente la que hizo Tití pues todos lo querrían escribir, te podrás imaginar, Román, si somos escritores, es lo que pensamos de nosotros, es lo que hacemos, escribir, aunque solo sean reseñas sobre poesía folclórica y música folclórica cada fin de semana para la revista, empezamos a soltar ideas sobre cómo podía ser la obra de teatro, una idea más patética y deprimente que la otra, invariablemente los payasos vestían de negro y escupían al público, por otro lado Cristina M. quería que los payasos vistieran de colores y portaran máscaras de cada uno de nosotros, máscaras grandes, caricaturescas, Luís María Pont dijo que podía diseñar las máscaras y Viveros preguntó entonces dónde metíamos a la banda de heavy metal, al carajo con la banda de heavy metal, dije yo, a fin de cuentas qué tiene que ver con una revista de folclore y literatura una banda de heavy metal, es por el falsete, Bazzano, me dijo Viveros, es imprescindible que haya voces en falsete para expresarnos cabalmente a nosotros, me dijo Viveros, todos empezamos a reír porque después de todo tenía razón, somos bastante chillones, por su parte Etcheverry, que no podía faltar a la reunión con su pelada cabeza y sus anteojos oscuros, dijo que quizá lo mejor era organizar un concierto, tengo una guitarra, dijo Etcheverry, yo quiero cantar, dijo Cristina M., yo toco los timbales, dijo Viveros, el tipo quería marcar el ritmo a toda costa, pero con timbales dónde metemos las voces en falsete, dije yo, y me respondieron a coro que justamente por los timbales es que se harían imprescindibles las voces en falsete, otra vez escuchaba en boca de los compañeros de la revista la palabra imprescindible, hasta que por fin Luís María Pont nos sacó del delirio diciendo que si queríamos podíamos organizar un concierto pero no era obligatorio que actuemos nosotros, nos bastaba con invitar músicos folclóricos, en Asunción hay montones de músicos folclóricos que no paran de asistir a todo tipo de peñas con canciones aburridas, aburridísimas, y además tocan aburridísimamente sus guitarras, entonces nos pusimos serios, de solo pensarlo nos aburrió espantosamente la idea de una peña folclórica, después de todo es indudablemente más cómodo escribir sobre folclore que realizar festivales, la esencia del folclore es el falsete, dijo Viveros, pero ya no pudimos reír, a partir de ahí se volvió espantosamente aburrida la reunión para pensar cómo juntar plata para seguir este mes con la revista, entonces alguien dijo peña, organicemos una peña libre para que el que quiera toque, después de todo era lo que menos esfuerzo iba a exigirnos, en realidad prácticamente no iba a exigirnos esfuerzo intelectual, porque esfuerzo físico sí exigía bastante, debíamos imprimir y repartir las invitaciones en todos los puntos posibles de la ciudad, es decir en aquellos lugares donde suponíamos que encontraríamos gente interesada, quiero decir interesada en malos músicos y cerveza barata, en todo caso en cerveza barata, porque bien pensado a quién podía importarle los malos músicos, en todo caso a otros músicos que irían con sus respectivas guitarras a esperar turno para tocar, pues las peñas son así, abiertas a todo el que quiera apropiarse del escenario, estos músicos que irían invitados para tocar eran quizá nuestro principal objetivo pues beben bastante y siempre van acompañados de su cohorte, compuesta comúnmente de borrachos y borrachas que apenas emiten comentarios durante los conciertos de otros músicos pero cuando el suyo sale al escenario se ponen a gritar y saltar como posesos, pero son posesos no muy elocuentes después de todo, mayormente se limitan a aplaudir y emitir silbidos de aprobación y luego pagan la cerveza de su músico y le gritan alguna cosa elogiosa, suelen ser terriblemente malos estos músicos, o terriblemente buenos, en todo caso siempre terribles, y beben bastante, así que luego de organicemos una peña libre alguien retrucó rápido con cantina, en la cantina es que vamos a llenarnos de plata, y automáticamente pensamos en estos músicos con cohorte, y caímos en la cuenta de que invirtiendo en cerveza no gastaríamos mucho y que el capital invertido se vería seguramente multiplicado, pues siempre es posible vender cerveza en Asunción, venderla en cantidades abundantes y además las guitarras las pondrían los músicos y si alguno venía con timbales pues mejor, luego pensamos en otras ideas que no vale la pena contarte, todo esto lo pensamos la semana pasada, precisamente el sábado pasado (…)



"Falsete" (Nouvelle)

32 Páginas. 1a. Edición Buenos Aires 2008. Precio: 10. mil gs. (Paraguay) / 10 Pesos (Argentina) / 10 Reais (Brasil) / 10 Euros (Europa) / 75 Dólares (Estados Unidos). Tirada: 50 ejemplares. Tapa: Hechas de cartón reciclado, pintadas a mano por Natalia Villamil et Ever Román, & colaboradores voluntarios. Impreso en Talleres Ayoreos S. A. Tel.: 5411-4961-7244. E-mail: barcoborracho@gmail.com

Con el auspicio de YIYI JAMBO.



Ever Román (Mariscal Estigarribia, CHACO, 1981). Publicó en la antología “Anales Urbanos” (Arandura editorial, 2007); fue redactor y editor del Semanario El Yacaré (www.elyacare.wordpress.com); colabora en el Periódico E’a (www.ea.com.py); y en el blog www.barcoborracho1871.blogspot.com.

Contacto: barcoborracho@gmail.com


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3 comentarios:

Ojaral dijo...

Qué bárbaro. Qué difícil escribir así de bien. Porque parece que se tratara de dejarse llevar, soltar la cuerda y poner una palabra atrás de otra, y en verdad no, es exactamente lo contrario: hay que tener un control extremo del lenguaje para llegar a eso, si no uno termina imitando a Bernhard, haciendo una mueca bernhardiana, y la chinga, irremediablemente. Bueno, eso. ¿Dónde se consigue este libro? ¿se consigue? ¿van a estar en la próxima FLIA?
Saludos.

e. r. dijo...

Hola Ojaral! Qué buena visita! pues claro que se consigue, a pedido vía e-mail (barcoborracho@gmail.com), igual todos los libritos de barcoborracho ediciones, y se distribuye a domicilio en toda la gran buenos aires ,jeje. Este párrafo es un fragmentito y la continuación pretende ser un poco más respetuosa. Es loco lo que suele pasar bajo el influjo de un autor, por el peso de un autor, de tanto quererlo uno se asusta y no lo quiere imitar, corre hacia los rincones y ahí, lejos, se termina haciendo exactamente lo que otro autor hace. Empecé el relato después de leer Mathieu Lindon (Nuestros Placeres), su parafraseo de tarado, justo cuando empezaba a escribir este relato, y tanto me gustó y tanto me quería desprender de él porque me invadía completamente, me chorreaba como se dice, que terminé haciendo una Bernhard, autor este último que no tenía ninguna vela en el entierro. En fin, luego de un poquitito más, un par de páginas, creo haber haber sido más respetuoso con Bernhard, no hay Castellanos-Moya por acá, al menos intenté colgar dos o tres frazadas para taparlo un poquito. Aunque luego, hay que decirlo, me fue demasiado cómodo. Hay un Bernhard comicón. La juventud, barata, que se respalda en los viejos, ja! Saludos

e. r. dijo...

Oh, qué es la FLIA?